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La pesadilla para las mujeres migrantes

Eliza, mujer migrante ecuatoriana: “No gasten el dinero confiando en alguien en quien no deben confiar”

 

Eliza es una mujer originaria de San Vicente Mártir de Latacunga, provincia de Cotopaxi, en Ecuador. Llegó a México hace poco más de un mes luego de una travesía que, a sus 42 años, resignificó su vida y que puso de manifiesto lo importante que habría sido para ella tomar una decisión informada a la hora de migrar.

En su hogar en la cordillera de los Andes cortaba flores que luego vendía en las principales ciudades de Ecuador. Su trabajo apenas le dejaba lo suficiente para sobrevivir con sus tres hijas por lo que se dedicaba también a la crianza de animales de granja.

Desde que su esposo Mario murió de forma inesperada hace algunos años, su situación económica no había sido buena.

Un día Eliza se encontró con una “agencia de viajes”, donde se ofrecían los servicios de transporte hasta cualquier destino en los Estados Unidos a cambio de 13.000 dólares.

Tras hablar con algunos conocidos supo de historias de familiares y amigos que habían logrado el “sueño americano”. Con esas ideas de prosperidad, ella y sus hijas empezaron a buscar opciones para costear el viaje.

Eliza se desanimó un poco cuando en las noticias hablaron sobre el cierre de la frontera entre Estados Unidos-México, pero sus contactos en la “agencia de viajes” insistieron en que, si quería viajar, ese era el momento de hacerlo.

Aunque se sintió apresurada, decidió tomar esa oportunidad que le vendían como única, sin consultar fuentes de información oficiales sobre las posibilidades de migrar o verificar la veracidad de la oferta de viaje.

En tiempo récord obtuvo su pasaporte y un préstamo para pagar el traslado, dejar dinero suficiente a sus hijas y algunos pocos dólares para utilizar en su camino a Washington, donde un conocido la recibiría.

Al llegar al aeropuerto de la Ciudad de México las cosas marchaban bien. Ahí un hombre la esperaba y la condujo a un hotel hacia el centro de la ciudad. En ese momento fue cuando empezaron los problemas. Pernoctó en hoteles donde le dijeron que su cuenta no estaba pagada.

Posteriormente, en México quienes la trasladaban se convirtieron en sus captores: la dejaron en una bodega varios días, donde sólo comían tortillas y café, y todo el tiempo era custodiada por hombres armados que la amenazaban con desaparecerla si hacían ruido.

Tras días de desesperación y privaciones las llevaron a un hotel en Chihuahua. En su grupo había mujeres con niños que lloraban por hambre y sed.

El “coyote” que les asignaron los condujo entre cerros, les hizo cruzar un río y meterse por una malla metálica. Sin embargo, fueron descubiertos por la Patrulla Fronteriza, por lo que tuvieron que huir a través de una zona lodosa que les tapaba hasta la cabeza, lastimándose las extremidades cuando intentaban salir.

Ella en ese momento ya muy angustiada pensaba en que todo esto no era lo que le dijeron en Ecuador, pero la desesperación y las ganas de salir de esta situación la impulsaron a intentar pasar una vez más y esta vez sí lo logró.

Abandonada por los traficantes de personas pudo llegar a un albergue de paso, pero siguieron las amenazas. Con todo pudo llamar a su familia y contarles a sus hijas lo difícil que había sido su camino. Ellas la pusieron al tanto de que en Ecuador las habían obligado a pagar lo prometido más otros miles de dólares por gastos extras.

Aunque estaba decidida a proseguir su viaje y consiguió un boleto de tren para Washington, fue detenida en un retén de la policía y expulsada a Ciudad Juárez.

Eliza fue trasladada al alojamiento temporal de la OIM conocido como “hotel filtro”, donde ha recibido atención médica, orientación, información confiable sobre el contexto en la frontera y la posibilidad de comunicarse de manera constante con su familia.

Actualmente está a la espera de realizarse una prueba de COVID 19 y ha manifestado que quiere regresar a su ciudad.

“En una parte me siento orgullosa por que llegué hasta acá y pude ver por mí misma que no es así como me lo dijeron… Yo ya sé que no hay manera de cruzarme para allá y me toca regresarme a mi país a trabajar y a salir adelante con mis hijas… le doy gracias a Dios que estoy bien y que estoy sana, un poco lastimada pero sana y ahora puedo regresar”, relata.

Eliza se siente tranquila con la posibilidad de encontrarse de nuevo con su familia. Admite que es un reto muy grande el que tiene ahora con las deudas que tiene pero que entre todos podrán salir adelante.

“Finalmente yo les digo (a quienes planeen migrar) que nadie lo haga como yo lo hice: primeramente, que averigüen bien, que no gasten el dinero, así como yo, confiando en alguien en quien no deben confiar… y a mi familia le tengo que contar a lo que yo vine y lamentablemente no salió como yo pensaba”, señala Eliza.

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